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El hombre desde su concepción de sí mismo, ha actuado más por el instinto de conservación, hoy denominado pulsión humana y la pasión que por la razón. Las pasiones derivan de la naturaleza humana-pulsional, afectiva- que tiene por objeto la conservación de la existencia. No deben eliminarse deben someterse a la razón para que no infiera daños la impulsividad que las origina. La razón juiciosa debe permanecer alerta para impedir que las pasiones dominen al hombre y se transformen en vicios o deseos incontrolados para no competir irreflexivamente por la acumulación de bienes, el reconocimiento social, o la gloria. Que pueden conllevar a la destrucción del hombre.