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El perdón es un acto liberador, la mayor venganza contra el enemigo es perdonarlo. Al perdonar el hombre se libera de cadenas tejidas por el sujeto odiado. Es una gran ayuda para no vivir en función a los demás, ni esperar recompensa alguna. El hombre algunas veces es libre exteriormente, pero cautivo interiormente por inseguridad y miedo. Por lo que el gran cambio del hombre al iniciarse en los misterios masónicos es el de transformarse interiormente, mediante el conocimiento de sí mismo, y alcanzar el autoconocimiento y por ende el autodominio. El perdón de las injurias es el sacrificio más agradable a la conciencia, conducta que más eleva al hombre a los ojos del semejante. El hombre grande acepta al arrepentido sin crítica, ni reproche, solo lo acoge. Indicio que el amor se encuentra por encima de los gestos y pasiones. Siendo una muestra de que conoce más al prójimo de lo que él ofensor se conoce a sí mismo. A imitación de Cristo quien en el apogeo de su suplicio, dijo: “Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23-34). En la masonería se enseña sobre lo efímero de la existencia humana y se exhorta a trabajar para que desaparezca toda clase de desavenencias, y sólo reine entre los hermanos la paz y la completa concordia. Porque comprende que el hombre ve con mirada de hombre, y contempla con los ojos de los Dioses en donde brilla la el amor, la justicia y la sabiduría, en donde aguarda la victoria. Concluyo, a manera de alegoría: no es quitando la vida como se triunfa del enemigos vencidos, sino perdonándoles.